Las disfunciones sexuales son un grupo de trastornos heterogéneos, típicamente caracterizados por una alteración clínicamente significativa de la capacidad de la persona para responder sexualmente o para experimentar placer sexual (American Psychiatric Association, 2014). También puede ser definida como la ausencia o la modificación de una o varias fases de la respuesta sexual, que incluye: deseo, excitación, orgasmo y resolución que impide al individuo o la pareja disfrutar la actividad sexual.
Han existido muchas clasificaciones para categorizar las disfunciones sexuales, pero la más utilizada es la que ofrece el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-5) publicada por la Asociación Estadounidense de Psiquiatría (APA). Se basa en una serie de criterios en que el problema debe persistir al menos 6 meses y causar malestar significativo o interferir en la relación de pareja.
Nuestros formularios están basados en esta clasificación para el diagnóstico y evaluación de las disfunciones sexuales. Los apartados referentes a los problemas de identidad como las parafilias y la disforia de género, así como los trastornos sexuales no especificados se pueden encontrar en Disfunciones Sexuales.
Criterios:
A) Por lo menos se tiene que experimentar uno de los síntomas siguientes en casi todas las ocasiones (aproximadamente el 75-100%) de la actividad sexual.
B) Los síntomas del criterio A han persistido durante unos 6 meses como mínimo.
C) Los síntomas del criterio A provocan un malestar clínicamente significativo en el individuo.
D) La disfunción sexual no se explica mejor por: un trastorno mental no sexual o como consecuencia de una alteración grave de la relación (p ej., violencia de género) u otros factores estresantes significativos, y no se puede atribuir a los efectos de una sustancia o fármaco u otra afección médica.
Además de la frecuencia, la persistencia y lo significativo del trastorno, la comorbilidad o la presencia de otros factores o condiciones que pueden acompañar a la disfunción sexual como: trastorno mental, alteración en la relación de parejas, factores estresantes significativos, los efectos de una sustancia o fármaco y la presencia de otra afección médica pueden estar presentes.
Por último, la inclusión de subtipos ayudan a enriquecer el diagnóstico. Especificar si es de por vida o adquirido; en un contexto generalizado o situacional; y el grado actual de gravedad (leve, moderado y grave).
La falta de una adecuada estimulación o juego sexual previo (fase de deseo y/o estímulo) antes una relación sexual puede afectar un buen desempeño. La edad es otro factor a tener en cuenta y puede interpretarse como un trastorno sexual, ya que el envejecimiento produce algunos cambios en la fisiología sexual, donde la intensidad y la velocidad de la respuesta sexual disminuyen, En la mujer, la menopausia disminuye el nivel de estrógenos afectando la adecuada lubricación vaginal; y en el hombre disminuye el nivel de testosterona reduciendo el deseo sexual y causando problemas de erección.
Erróneamente, estos y otros factores podrían interpretarse como disfunciones sexuales cuando realmente son parte de la fisiología de la respuesta sexual humana.
La evaluación y tratamiento de los problemas sexuales es complejo por la presencia de componentes biológicos, psicológicos y socio-educativos, por lo tanto, el correcto manejo de estos problemas debe estar en manos de especialistas como: psicólogos, sexólogos, médicos especialistas. NADA NI NADIE PUEDE SUSTITUIR A UN ESPECIALISTA.
En nuestro sitio hacemos una aproximación informática para ayudar a nuestros suscriptores a descubrir una posible problemática sexual y un camino a su solución; pero siempre aconsejamos ver un especialista primero.